Para ofrecerles otra perspectiva sobre la situación hablé con Mikeyla Barmettler, una joven caraqueña que presenció los años de Chávez y sus atropellos. Después de graduarse de un programa de comunicación social se sintió en la obligación de emigrar por un mejor porvenir. Le pregunté sobre el miedo, el odio, y sus experiencias de salir de Venezuela después de la llegada de Chávez.
Mikeyla: Yo te puedo decir que como muchos venezolanos vivía con miedo, no solamente por la violencia que hay a causa de la inseguridad, sino por la violencia que se generaba en las protestas cuando uno salía a opinar en contra de algún decreto del presidente, pues uno ya sabía que algo malo podía pasar. Que uno podía ser víctima de la violencia. Yo fui víctima de la violencia de los colectivos. Vi como venían hacia nosotros con palos, con piedras, con armas de fuego. No solamente de ellos sino también de los militares cuando lanzaban bombas lacrimógenas, que bueno, tragué muchísimas veces ese gas del bueno—como diría Chávez—y una anécdota así en específico me pasó estando con mi ex novio en el centro de Caracas. Íbamos culminando una manifestación y un grupo de colectivos, dos hombres así súper grandes con camisas rojas del oficialismo. Se acercaron a nosotros y creo que lo confundieron a él, a Gustavo, con un dirigente de oposición del movimiento juvenil y se metieron la mano en el pantalón como si en ese momento fueran a sacar un arma y Gustavo y yo salimos corriendo y nos metimos en un supermercado temblando y buscando objetos de vidrio para defendernos. Finalmente pudimos salir. El señor del abasto nos ayudó a salir por la puerta de atrás y bueno en ese momento yo pensé que allí podía perder la vida. Lamentablemente esto fue algo que se convirtió en algo normal en la vida de los venezolanos. Creo que cualquier venezolano que haya ido a una manifestación de estas tiene algo que contar o una experiencia lamentable.
Yosibel: ¿Qué ves en Donald Trump? ¿Tiene algún parecido con Chávez? Si tu respuesta es sí, ¿qué palabras o acciones tienen estos en común?
Mikeyla: Bueno, antes de asumir la presidencia se me parecía a Chávez. Me parecía que iba a ser otro populista más. De estos que buscan caer bien. De estos que buscan generar simpatía a través de actos infantiles, igual que Chávez. Se parecen en que tienen comentarios desmedidos que no están a la altura del cargo que ellos tienen. Descalifican a las personas. Ofenden a las personas. Y no están conscientes de que el mensaje que ellos transmiten va a todo el mundo y que tienen que tener más cuidado a la hora de referirse a sus adversarios. Creo que tienen que respetar. Pienso que un presidente debe tener respeto ante cualquier ideología sea del índole que sea, religioso, político, sexual, etc.… en eso se me parecen. Que no se limitan a la hora de opinar, pero del resto pienso que Chávez era más astuto. Creo que él quería ganarse el cariño de la gente a como dé lugar y hacía daño pero te ponía una cara del bueno, de que te estoy haciendo daño, pero esto es lo mejor para ti. Donald Trump no. Trump de repente le podría causar un daño a muchos y él no se retrata ni trata de ser simpático. En cambio, Chávez era más actor, más doble cara. Trump no. Trump es muy directo.
Yosibel: ¿Cómo ha sido la experiencia de tener que verte en la obligación de tener que dejar tu país por un mejor porvenir?
Mikeyla: Bueno la experiencia tiene diferentes puntos de vista. La parte triste es saber que no estás de cuerpo presente con tu familia. Que de repente tu mamá necesita que le hagas una diligencia y no puedes hacerlo porque estas en otro continente. Estas súper lejos. Que no estás allí para los cumpleaños para verlos envejecer. Para ver a tus sobrinos crecer, no estás allí. No estas allí para defender en las calles de Venezuela a tu país y eso, a veces a mí me hace sentir culpable, porque definitivamente no es lo mismo postear algo en Facebook que estar en la calle para protestar y alzar la voz y estar todos unidos en contra del gobierno. Me siento culpable, me siento triste, pero cuando veo el otro punto de vista me doy cuenta que si no estuviese aquí a lo mejor podría estar muerta. A lo mejor no podría ayudar a mi familia de la forma en que lo hago. Bueno a lo mejor no, estoy segura, porque cuando comparas el salario mínimo de aquí de Suiza, donde yo estoy con el salario que yo iba a empezar a ganar en Venezuela como periodista, pues no tiene nada que ver. Yo aquí puedo ayudar a mi familia para que no les falta para la comida, para una emergencia. Para mejorar su calidad de vida. En cambio, en Venezuela, probablemente estaría viviendo con mi papá recibiendo la ayuda de él, porque mi papá como taxista ganaba más que muchos profesionales. Mi papá es contador, también es profesional, pero se dedicó a taxista precisamente por eso. Porque ganaba más dinero. Eh… tiene varios enfoques. El triste y el bueno. También, obviamente depende de la persona que se vaya, pero en mi caso, en particular ha sido muy enriquecedor. Creo que he sabido aprovechar el tiempo. He aprendido lo que he tenido que aprender en el momento que lo he tenido que aprender. ¡Ya puedo manejar dos idiomas extras y siento que ha sido una experiencia enriquecedora viajar, por su puerto, es lo máximo! Pero los venezolanos pensábamos viajar por vacaciones. No en viajar para quedarse afuera. Es muy rico viajar, conocer otras culturas, aprender. Saber que las cosas no son precisamente así como te enseñaron, sino que hay gente que tienen otras culturas. Y que lo que tú haces no es lo correcto. Otro punto de vista puede ser lo correcto. Se amplía tu mente. Tu mundo, tus contactos, tus conocimientos. Es muy enriquecedor, pero me hubiese gustado viajar por placer y no por miedo. No huyendo de la violencia. Huyendo de la muerte. Huyendo de una vida en donde no puedo lograr mis sueños. Donde no puedo comprarle una casa a mi padre y a mi mamá o una para mí. No puedo comprar un carro ni siquiera. Donde no puedo salir en calma. Entones es una experiencia agridulce. No todo es malo. No todo es bueno. Es agridulce.
Hay miles de jóvenes venezolanos como Mikeyla que han sido víctimas de esta catástrofe. En mi caso yo amo Venezuela. Yo amo a mi país. Mis mejores experiencias de vida se las debo a ella, pero también las amargas de ver como poco a poco ese hermoso país iba desapareciendo. Yo recuerdo a mis 17 años, estaba yo recién llegada de la República Dominicana y regresar a Venezuela fue la gloria. Me sentía libre y con todo un mundo por delante. Chávez ya era presidente, pero el daño al país aún no se notaba mucho. O por lo menos mis 17 años no me dejaban verlo. Yo estaba pendiente de estudiar, del modelaje, de trabajar, estudiar teatro, bailar, ir al cine, ver una obra de teatro en el Teresa Carreño o un concierto de Gustavo Dúdamela de la orquesta sinfónica en el Aula Magna. Ese era mi mundo. La Venezuela perfecta, mis rumbas hasta las cinco de la mañana sin miedo a que nos pasara algo y de la rumba directo a la playa. Luego a casa a quitarse el agua salada porque había que trabajar de nuevo. Jajaja algo así de divertido. Ya sabes esa energía de los 17. Un poco de todo. Una vida sana y balanceada. Mis aventuras favoritas fueron las de la Gran Sabana y dormir en choza con indígenas. El amanecer en la playa y bailar tambores africanos. También las fiestas decembrinas como el 24 de diciembre y el 31 para recibir año nuevo y todos entre familia. ¡Sahh el cañonazo! ¡Feliz año! Wow, Venezuela, cuánto te extraño. Cómo me encantaría que eso se pudiese arreglar con solo montarme en un avión y retornar a mi país, pero no es así. Mi país ya no existe. Se ha perdido. Lo que queda de él es miseria, tristeza, escasez, hambre en las calles, desesperación por salir a otras tierras. Porque en Venezuela, que ya no es Venezuela, la gente se muere de hambre. Es deprimente ver a mi familia como todos han bajado de peso por la desnutrición que amenaza al país, pero en especial a los niños.
La inseguridad es un tema de nunca acabar. Y este tema es lo que me mantiene a distancia, a casi cuatro años sin ir a mi país por miedo a perder la vida. Le tengo terror con lo que me pueda encontrar. Hoy este es mi refugio. Estados Unidos es mi país. El que me abrió las puertas unos seis años atrás. Amo la seguridad de este país. Bueno, por lo menos en comparación con la seguridad de Venezuela es excelente, pero nuestro líder y señor presidente está lleno de resentimiento y eso me asusta. Ya Estados Unidos no es el mismo. Su terror psicológico está haciendo efecto. Está creando descontento en el pueblo.
Espero, América, que nunca tengas que decir esta frase que hoy en día es tan común para los venezolanos: Éramos felices y no lo sabíamos.