By Seirina Reyes

Abstract

Despite growing up in the United States, my parents never let me forget where I come from. From an early age, I established a strong connection to our culture through food and stories. My parents grew up in El Salvador and came to the US in pursuit of “the American dream,” where they built a life for our family and provided me with a safe and happy childhood. Some of my best memories are sitting at a table with my mother and aunts making tamales while listening to stories of their childhoods. Even after hearing them more than once, the way that they narrated each story felt new and exciting every time. My mother always says: “Seré analfabeta pero Dios me ha dado sabiduría,” which means ‘I may be illiterate but God has given me wisdom.’ I never liked it when she called herself that, but I came to realize that she never was ashamed. Instead, she carried herself with pride and she and my father have created an amazing life together. Through the use of oral tradition my mother has passed on so many stories of my grandparents, who I never met, because to her it was important for me to know them through her. When my friends were getting fairy tales read to them at night, my mother was ensuring I didn’t get out of bed with Salvadoran urban legends like el Cipitío. These chilling tales instilled a love for horror books as I grew older and whenever I open a Stephen King book, I can’t help but smile and think of how much my mother would love it. Her insistence on me knowing these stories that had been passed down to her from her mother was another way for me to connect with her and I am so grateful that she did. Oral tradition has been used to pass on knowledge and collective memory and in many cultures, it keeps people connected to their ancestors. I am so grateful to my parents for immersing me in our culture and language and I look forward to passing it on to my future children.

This essay was written as a part of Max Ubelaker Andrade’s "Advanced Spanish Composition" course, where throughout the semester we worked on our individual research papers and shared our weekly progress with the professor and our peers. I initially felt daunted at the prospect of a 10-page paper, but through research and conversations with my parents about their knowledge of the legends, I grew confident in my work. I loved the opportunity to learn more about my culture and I’m happy to be sharing it with others.

En lugar de un cuento de hadas: El Salvador y mi tradición oral

Mi madre no sabe leer o escribir, pero desde pequeña me contaba cuentos de hadas y leyendas urbanas de mi país. Escucharlos me permitió formar una conexión con mi cultura a pesar de vivir en los Estados Unidos. Para mí siempre ha sido un aspecto muy importante de mi identidad hispana oír los cuentos orales y las tradiciones pasadas de madre a hija por generaciones en mi familia. Antes de dormir o mientras cocinaba con mi mamá siempre me encantaba oír como fue su infancia y el mundo tan distinto en el cual ella se creció.

Su falta de educación nunca afectó su manera de contar historias de maneras tan dramáticas y divertidas. Admito que tal vez cuentos escalofriantes antes de dormir quizás no fuera la mejor decisión, pero pensándolo bien yo nunca salía de mi cama por miedo de que algo me agarrara los pies. Tal vez mi mamá sabía lo que estaba haciendo. Desde entonces me han encantado las historias urbanas.

Los cuentos orales son esenciales para preservar la cultura e identidad hispana, y crean una conexión emocional que tal vez no ocurre en los cuentos escritos. Antes de que hubiera textos escritos, diferentes cuentos, leyendas, y mitos—preservados desde los tiempos ancestrales a través de la narración oral—circulaban entre familias y comunidades con expresiones y gestos. Nosotros estamos acostumbrados ahora a consumir información, cuentos e historias a través de películas o programas de televisión, pero estas formas de comunicación no permiten interacción con la audiencia. Los cuentos orales permiten la participación activa, y esto es crucial en mantener vivas las tradiciones a través de preguntas o la reinterpretación de las leyendas que cambian dependiendo de los contextos sociales.

Mis padres me enseñaron valores por medio de cuentos bíblicos, o historias con mensajes de moralidad basadas en las vidas de ellos u otros familiares. Es común que las leyendas urbanas tengan una estructura de moraleja que intenta transmitir una lección. Concepción Clará de Guevara sugiere que para comunicar valores sociales “[d]os de los más importantes [recursos] son precisamente la religión y las tradiciones, en especial la tradición oral donde se ubican las leyendas, refranes, dichos, testimonios, advertencias, etc.” (102). La religión y las tradiciones están estrechamente ligadas al desarrollo de las sociedades y son lo que crean distinciones entre las diferentes culturas. A pesar de la proximidad de El Salvador a Guatemala o a Honduras, las leyendas son distintas ya que han sido creadas para resonar con una sociedad específica. Con la tradición oral han podido resistir el paso del tiempo y llegar a una nueva generación.

Es común que los ancianos de familias salvadoreñas sepan historias que sus nietos nunca han oído. Por medio de sus cuentos orales—que mezclan la realidad y fantasía como en las leyendas urbanas o mitos—pueden compartir partes de su historia y cultura. Las nuevas generaciones se conectan con sus antepasados fallecidos mediante los cuentos de los que los conocían.

Mi mamá me contaba de su infancia en El Salvador. Decía que los viejitos de su pueblo se reunían con los niños para contarles cuentos de hadas, mitos, o contaban historias de sus vidas. Ella decía que esto era muy especial para algunos de esos niños como ella que no tenían abuelos que pudieran compartir sus consejos. Por medio de la tradición oral, pudieron crear memorias lindas y formar relaciones tan importantes con la juventud del pueblo. La comunidad se convirtió en una familia grande. Esta tradición cultiva mucho respeto hacia los ancianos en la comunidad hispana, y ellos comparten sus consejos y cuentos con moraleja para educar a la juventud.

Clará de Guevara explica que la tradición oral, que contiene leyendas, refranes, dichos y testimonios, “[c]omo toda manifestación de la mentalidad colectiva, [...] siempre tiene una función […]. Y para el caso de El Salvador, generalmente es una función moralizadora” (105). Según ella, es típico que las leyendas sean construidas en cuatro partes que contienen: una introducción que presenta el mensaje central del cuento, la descripción del conflicto o problema, el desarrollo de los intentos de resolver la situación, y una conclusión que repite los consejos y advertencias. Estos cuatro elementos están en la mayoría de las leyendas urbanas, y esta estructura simple permite que las leyendas sean similares a pesar de las numerosas reiteraciones.

Siempre me ha encantado escuchar las leyendas urbanas, en especial las de El Salvador. Mi abuelo materno es él mismo casi una leyenda en los cuentos que mi mamá contaba sobre él y las aventuras que tenía. Así como yo le creía todos los cuentos que ella me contaba a mí, igual ella creía en todo lo que su padre le decía. Es muy especial que, aunque yo no lo pude conocer cuando él estaba vivo, su espíritu y memoria siguen vivos en mi mente gracias a las historias que mi mamá me contaba de él o los cuentos que él le contaba a ella. Mi favorito de todos es la Leyenda del Cipitío.

La leyenda urbana de El Cipitío tiene origen en el país de El Salvador. Él es el hijo de la Siguanaba, otra leyenda popular del país. El Cipitío es un niño eterno e inmortal de diez años que fue castigado por el dios Tlaloc. Es chaparro y barrigón, y lleva puesto un sombrero. Sus pies están al revés y dicen que es para confundir y perder a los que intentan seguir sus huellas. También tiene el poder de transportarse a cualquier lugar que él quiera. Desde muchos años aparecen cuentos de las travesuras de El Cipitío. Es común en estas historias que la gente encuentre huellas de manitas de un niño en la cocina llena de cenizas. Esto significa que El Cipitío ha visitado porque le gusta comerse las cenizas y dejar un desorden. Aparte de las travesuras también le encantan las muchachas bonitas, y se esconde cerca de los ríos para verlas cuando se bañan. Aprovecha que ellas no lo pueden ver para tirarles piedritas o pétalos de flores o decirles piropos. Sólo los niños varones lo pueden ver físicamente.

Mi mamá me contaba que cuando él se fijaba en una muchacha, nunca la dejaba en paz. La seguía por todos lados, jalándole el pelo y no dejándola dormir. La única manera de librarse de él era que la muchacha llevara su comida al baño y comiera sentada en el inodoro, y esto le daría mucho asco a El Cipitío por la falta de higiene.

Aunque parezca un poco chistosa esta leyenda, a mí siempre me dio mucho miedo porque mi mamá me decía que, si no me portaba bien, El Cipitío vendría en la noche a jalarme el pelo porque yo tenía pelo muy largo y bonito. También me contaba que cuando mi tío (su hermano) era muy chiquito, el Cipitío se lo tomaba para ir a jugar con él en el bosque porque mi tío era muy hermoso y dulce cuando era pequeño. Una vez lo perdieron por dos días y lo encontraron escondido y asustado debajo de una pila de leña donde lo había dejado El Cipitío. Dice que mi tío pasó muchos días sin poder comer porque el Cipitío le quitaba la comida y se la tiraba para que él no pudiera comer. Ella me dijo que lograron que dejara a mi tío en paz después de muchos días que no bañaron a mi tío, y lo pusieron a comer en el baño para darle asco al Cipitío.

La leyenda de la Siguanaba (la madre de El Cipitío) para mí es más horrible. La palabra “siguanaba” tiene origen en Pipil, el lenguaje de la gente indígena de El Salvador que quiere decir “mujer horrible”. Según la leyenda, ella era una mujer increíblemente hermosa y originalmente se llamaba Sihuéhuet (que quiere decir “mujer hermosa”). Ella era una mujer indígena que capturó la atención de los dioses, en particular el dios Tlaloc. De esta relación nació El Cipitío, pero Sihuéhuet era una madre negligente que abandonaba al niño para tener aventuras amorosas con otros hombres. Al enterarse Tlaloc su furia fue inmensa y los condenó a los dos. A ella la convirtió en un monstruo con cara de caballo, ojos rojos y tetas que arrastran hasta el suelo, y a El Cipitío lo convirtió en niño eterno. Cambió su nombre a Siguanaba y la volvió loca.

Ella no se acuerda que tiene hijo, y El Cipitío se quedó sin madre. Los que la han visto y sobrevivido dicen que primero aparece como una mujer hermosa pero no enseña su cara. Busca hombres solteros o adúlteros que anden caminando de noche cerca de ríos. Es común que pida que la ayuden llegar a su casa, pero intenta perderlos en el bosque. Cuando ya estén perdidos ella revela su cara de caballo y los vuelve locos. Esta historia también era popular en mi casa, mi mamá me dijo que mi abuelo materno era un “tunante” cuando era joven. A él le gustaba pasar por el río para ver a las muchachas si se estaban bañando.

Él se encontró dos veces con la Siguanaba por la noche cuando el regresaba de trabajar. La primera vez sólo la vio como una mujer muy hermosa y la subió a su caballo y anduvieron un rato cuando ella desapareció. La segunda vez que la vio ella lo estaba esperando y la quiso abrazar, pero no lo dejaba. Entonces él vio su forma real y se asustó mucho y corrió a su caballo. Supuestamente ella lo siguió corriendo detrás de él, pero sus tetas arrastraban y brincaban haciendo mucho ruido y ella se las tiró sobre su hombro. Dice mi mamá que ella le gritaba “¡Toma tu teta!” Obviamente no lo alcanzó y no volvió a mi abuelo loco, pero pinta una imagen muy chistosa y extraña en mi mente. Según la leyenda que ella conoce, dicen que para que la Siguanaba deje al hombre en paz, tiene que pegarse tres veces en el hombro con el machete.

Yo me crecí en un pueblo muy rural en el sur de Texas, y la comunidad era mayormente mexicana y blanca. Aunque yo soy salvadoreña, siempre me han encantado la cultura y las tradiciones mexicanas. En particular me gustaba mucho la leyenda urbana de la Llorona. Pienso que es muy interesante que haya tantas versiones de este cuento en varios países latinoamericanos. La historia de la Llorona tiene origen en el periodo colonial de México y hay algunas versiones que representan a la Malinche como el origen verdadero de la Llorona.

Cihuacóatl es uno de los nombres de la Llorona, y aparecía al lado del Lago de Texcoco alrededor del año 1500. La Llorona de México es la historia de una mujer indígena muy hermosa que se enamoró de un hombre español. Ellos tuvieron hijos juntos y ella lo adoraba, pero él no la amaba y decidió abandonarla para casarse con una señora española prestigiosa de clase alta. Cuando Cihuacóatl se enteró de que él se casó con otra, se volvió loca, y llevó a sus hijos a la orilla de Texcoco y los ahogó. Cuando volvió a la realidad y vio lo que acabó de hacer se angustió y decidió ahogarse para morir con sus hijos.

“Desde entonces, se dice que el alma de La Llorona no logra descansar… y camina por las noches vestida de blanco en busca de sus tres hijos y gritando: ¡Aye mis hijos!” (milenio.com, 2021) Esta leyenda siempre ha sido muy escalofriante al oírla, y es muy popular en Texas, que antes del año 1948 no perteneció a los Estados Unidos y antes de 1836 fue parte de México. De las leyendas más comunes, la leyenda de la Llorona se ha vuelto muy popular en películas o programas de televisión y es interesante ver la representación de la cultura mexicana en la cultura popular de América. Uno de mis episodios favoritos del programa de televisión Grimm tiene un episodio entero—con actores hispanos—dedicado a esta leyenda.

Me sorprendió mucho saber que mi mamá no sabía la leyenda de la carreta chillona. Es una de las leyendas más populares de El Salvador. Según la leyenda la carrera chillona pasea en la noche en las calles de diferentes pueblos de El Salvador. El nombre viene del ruido de las llantas cuando corre, y camina sola sin ser jalada por caballos o bueyes. Adentro lleva calaveras humanas y en frente lleva un cuerpo sin cabeza.

El origen de la leyenda viene del periodo colonial en El Salvador. Un hombre español llamado Terencio Pérez era educado por el cura Fray Antolín Oviedo, y cuando el cura murió, Pérez se mudó a otro pueblo donde conoció a un hombre indígena llamado Juan Tepa. Él le enseñó a Pérez cómo usar las plantas como medicina. Pérez usó la información para hacerse rico curando las enfermedades de los españoles, que no sabían que aprendió sus habilidades de la gente indígena. Cuando los indígenas se empezaron a enfermar y le pidieron ayuda a Pérez, él no los quiso ayudar. Ellos no le podían pagar y él no quería que los de su clase supieran que él tenía relación con los indígenas.

Con el paso del tiempo, muchos de los indígenas murieron. El fantasma del cura Oviedo se le apareció a Pérez y le mandó a construir una carreta llena de los cuerpos de los que murieron por su culpa, y “le dijo que iba ser un alma errante que buscara por siempre un cementerio para enterrar aquellos que no quiso ayudar por su codicia” (elsalvadormipaiz.com). Pienso que es muy interesante esta leyenda porque es como una fábula que termina con una lección moral. Me hace sentir más triste que asustada, tal vez porque es un cuento más realista. El Salvador es tan pequeño en tamaño, pero estoy muy interesada en aprender más de sus mitos e historia.

La leyenda del cadejo blanco y el cadejo negro es muy popular en Centroamérica, pero especialmente en El Salvador. Hay dos formas del cadejo: uno tiene el pelo blanco, los ojos azules y el collar negro; el otro es negro con los ojos rojos y el collar blanco. Los dos aparecen en forma de un perro muy grande. El cadejo blanco es amigo de los hombres que trasnochan y los cuida de cualquier peligro que puedan enfrentar en camino a casa. El cadejo negro es enemigo del hombre, y si lo encuentra caminando solo ataca al hombre y lo golpea hasta dejarlo sin sentido. No muerde al hombre, pero lo deja tartamudo y tonto y en poco tiempo se muere. Si esto le pasa a alguien, el decir es que “lo jugó el cadejo”. Si el hombre anda acompañado del cadejo blanco y se encuentra con el negro, los dos cadejos luchan hasta que pierda el cadejo negro.

Según los cuentos de mi mamá, a mi abuelo materno lo seguía el cadejo blanco hasta su casa y hasta llegaba a dormir debajo de su hamaca en veces. Solo mi abuelo lo podía ver. Mi mamá piensa que el cadejo blanco se le aparecía a mi abuelo porque él trabajaba en una hacienda de los “Perlas”. Supuestamente los dueños de esa hacienda tenían pacto con el diablo, y la gente que trabajaba ahí se morían en situaciones extrañas e inesperadas. Unos se caían del caballo y morían, o eran corneados por toros. Ella piensa que el cadejo se le apareció para proteger a mi abuelo de la maldad en la hacienda.

En algunas formas de la leyenda se dice que el cadejo blanco también protege los hombres que caminan en la noche de la Siguanaba. Y si es verdad que mi abuelo se encontró con ella sin volverse loco, es posible que el cadejo blanco apareciera después para protegerlo por si acaso la Siguanaba aparecía de nuevo. Según mi mamá, estas leyendas son verdaderas, y todas las historias de mi abuelo eran reales.

Es interesante pensar en las lecciones de moralidad que diferentes leyendas contienen. Algunos consideran la leyenda de La Siguanaba como “una alegoría misógina no sólo sobre que nunca se puede confiar en las mujeres, pero también que el ejercicio de su agencia sexual por parte de las mujeres es una monstruosidad.” (dichosdeunbicho.com). Que ella aparezca en frente de los hombres borrachos o tunantes es un ejemplo de la regulación moral y cultural de la leyenda. Su hechizo vino de los dioses por ser mala madre y por ser adultera.

Por otro lado, la leyenda de La Llorona es un cuento de una madre vuelta loca por el padre de sus hijos—su amor por ese hombre le impulsó a cometer un acto de maldad horrorosa contra sus propios hijos. Sólo después de entender lo que hizo se quita la vida y se condena a buscar siempre a sus hijos.

Las leyendas de La Llorona y la Siguanaba me hacen pensar en el complejo Virgen-Prostituta de Sigmund Freud:

[Freud]explicó que los hombres que tienen este complejo buscan a una mujer a la que puedan degradar y utilizar a su antojo sin sentir ningún tipo de remordimiento, en este caso, refiriéndose a la “prostituta”. Mientras que, son incapaces de sentir deseo sexual por la mujer que quieren amar, en este caso la “virgen”, a la que desean respetar y dar amor puro. (Acosta Luna)

Las mujeres siempre son criticadas por todo lo que hacen y nunca pueden ganar. Si aceptan tener relaciones antes de matrimonio son putas y si quieren esperar son consideradas mujeres mojigatas. Siempre han sido consideradas como objetos por los hombres, y es interesante ver como esto afecta el origen de las leyendas.

Con la Siguanaba, aunque los hombres anden de tunantes o borrachos, es la “culpa” de la Siguanaba si los atrapa y los deja tontos—y no toma en cuenta la estupidez de los hombres que siguen una mujer extraña al bosque sin verle el rostro. La Llorona es una mala madre según la leyenda, pero el hecho de que haya sido manipulada y abandonada por un hombre que deseó una mujer (una cosa) más valiosa frecuentemente no es considerada. Aunque es importante incluir estas historias por medio de la tradición oral, para mí es importante reconocer—a la misma vez—que las moralejas de estas historias están basadas en ideales anticuados. No creo que sea necesario borrar el pasado, pero es necesario reconocer que son un producto de sus tiempos e intentar realizar cambios a la sociedad en beneficio de los afectados. Uno de esos cambios puede ser la manera en que contamos nuestras historias. No es necesario borrarlas para siempre sino reconocer que estas moralejas no representan los valores de la sociedad moderna. Es posible disfrutar de estos cuentos sin enforzar el mensaje que la historia refleja, de la misma manera en la cual disfrutamos de películas o libros del pasado que contienen temas cuestionables que no son considerados políticamente correctos hoy.

El cadejo simplemente es una moraleja de la batalla eterna del bien contra el mal. También es comparado a la energía masculina y femenina. Un cadejo no puede existir sin el otro, y en algunas formas de la leyenda es el mismo animal, pero se presenta diferentemente dependiendo del tipo de hombre con que se encuentre. A un hombre bueno, trabajador o inocente se le aparecerá el cadejo blanco (el “bueno”) para protegerlo y guiarlo hasta su hogar. En cambio, a un hombre borracho, agresivo e indecente se le aparecerá el cadejo negro (el “malo”) para castigarlo y golpearlo por su malicia. Para mí, el cadejo es como una metáfora de la justicia kármica, y refleja la moralidad de la persona que lo percibe.

El Cipitío es un cuento que les enseña valores a los niños y los ayuda a entender la importancia de la familia. Este espíritu no es amenazador o maligno, sino un bromista. Siempre será un niño pequeño que en su propia manera está buscando dónde pertenecer: quiere una familia porque no tiene madre. Esta moraleja les enseña a los niños a respetar y apreciar a su familia y especialmente a sus madres. Les da una idea de lo es ser abandonado.

No sólo es importante mantener estas leyendas, mitos, e historias de familiares vivas en los cuentos orales; también es importante entender por qué existen y los mensajes que quieren transmitir. Especialmente para las familias que han inmigrado a los Estados Unidos y tienen hijos que crecen aquí, enseñar y mantener nuestro hermoso idioma en las generaciones que vienen es fundamental para tener una conexión con nuestras respectivas culturas, lenguajes, y dialectos.

Yo estaré eternamente agradecida con mis padres por enseñarme español y permitirme aprender de mi cultura salvadoreña a través de cuentos orales de las leyendas e historias de mis abuelos y otros familiares que aún viven ahí. Tener la oportunidad de ir a la universidad y compartir algo tan especial y personal para mí es algo increíble. Aunque mi mamá no me podía leer cuentos de hadas como las mamás de mis amigas de escuela, me contaba cuentos fascinantes y escalofriantes. Es interesante que, aunque no tenía páginas con imágenes para enseñarme, con sólo sus palabras podía pintar imágenes tan claras en mi mente. En parte a esto le debo mi imaginación, que es una herramienta muy útil que me ha ayudado tanto en mis ensayos de escuela desde la primaria hasta hoy. Cuando yo, en el futuro, tenga la oportunidad de contar estas historias salvadoreñas a mis futuros hijos, pensaré en ella y lo importante que es para mí que ellos tengan la misma conexión con nuestra cultura que mi madre me dio a mí.

Obras Citadas

Biographical Statement - Seirina Reyes

My name is Seirina Reyes and I am a Spanish and English double major in my senior year at the Univesity of Massachusetts Lowell. As a first-generation college student with non-English-speaking parents, college has been both an exciting and frustrating experience. I’m proudly Salvadoran and have been lucky enough to have a strong connection to my culture, which is what prompted the topic of my essay. My goal after graduation is to become a medical translator, and getting to bridge language gaps in healthcare is important to me on a personal level. I have been translating for my parents my entire life, and to be able to provide this service to members of the Latinx community is a career path that I know will be rewarding.